Por. Yania Salazar
Estamos frente a un nuevo tiempo, un nuevo amanecer al amor.
Que no se confunda la infidelidad afectiva con la promiscuidad. A veces una y otra solo son secuelas de una enfermedad: la falta de confianza.
En el debate de si existe el amor verdadero la convergencia es la fidelidad, un amor que no volteé a mira hacia otro lado, un amor constante. Pero que pasa en la manera de que hoy en día el mismo clima laboral, el ritmo social impiden aún la intimidad por más horas que las que amerita el descanso normal nocturno ó de la siesta.
Y aún la cantidad de personas que hoy circulan por el mundo virtual y las continuas posibilidades de comenzar relaciones sin compromiso y sin arriesgar nada. El amor esta a la distancia de un clic del mouse de una computadora, ó puede ser un juego multimedia cargado de emociones ó solo un delirio esquizofreníco, que delira calladamente y se extrapola en un engaño.
La promiscuidad es el deseo de estar siempre con otra persona diferente y el amor allí es tan inconsciente, tan lacónico, a veces vulgar, otras extra corporeo al punto de ser intermitente va y vuelve. La solución no la poseo pero todo subsiste en el marco de que para querer a alguien hay que quererse primero a sí mismo/a y ser fiel a sí.
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