Por Yania y Alejandra
El año 2017 será recordado como uno de los años en que más violencia se ha generado hacia la mujer. Y no es hora de culpar a fenómenos como el machismo. Porque de verdad los panoramas son cada vez más cercanos a que hay incomprensión y que se dirige a la parte física derivando en violencia. Los estudios sociológicos derivan sus diagnósticos a que las víctimas son por lo general cercanas al agresor, sea este compañero sentimental, esposo o ex novio, ex esposo, e inciden en un tipo de venganza como motivo general.
Es de preguntarse también en dónde queda la educación e inclusive la formación ética y moral porque esta demostrado que entre más formación académica presenta el agresor más violenta es la agresión. Las estadísticas si apenas califican a los casos que se reportan e inclusive le dan prioridad a la agresión física que es alarmante, de la que se tiene pruebas como moretones, cortaduras, incluso desgarres producto de una violación sexual; pero desiste en los casos cuya especulación se torna sobre casos de violencia psicológica. Tampoco se respaldan los casos recurrentes que con el tiempo pueden acaecer en casos más graves de violencia.
Y tampoco se le presta atención a las víctimas más indefensas que son los niños y niñas. Con este panorama y en el de una justicia precaria, casi permisiva, las expectativas son preocupantes. Al límite de creer que como seres humanos, las mujeres deberíamos limitar el contacto humano a estrictas formalidades y ni demostrar confianza, ni albergar sentimientos hacia el otro, temiendo que todo derive en actos de crueldad y discriminación.
Es preocupante que Países de Sur América sean vistos como destinos turísticos del orden sexual y además se promuevan practicas con menores de edad, e incluso haya una discriminación racial, sectaria y se diga que estas clases no tienen derechos. Tampoco es muy claro el panorama en que la explotación infantil se acabe y se promueva la equidad de género. En una radiografía actual de la sociedad se ve a su núcleo fragmentado, es por esa carencia de valores, es por esa formación para relacionarse con los demás, es en esa particular doctrina de competir, de no respetar espacios y de menosprecio. Es desde allí que se acentúan los criterios y que la violencia surge como forma de callar a la otra persona, de anular su consciencia, de eliminar su razón y pensamiento.
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