"BOBITA" dijo mi abuela cuando le conté lo que había hecho con la plata que me dieron en los quince años; y es que ahora entre lluvia de sobres y tanto ritual no entiendo como es que le vienen a celebrar a una esa transición tan elemental con la que ni sabe a ciencia cierta qué rayos hacer. No sé tampoco de qué tribú ancestral heredamos la costumbre de festejar el paso de la tierra alrededor del sol. Y la verdad me tienen asombrada las tétricas escenas de alegría siendo que el tiempo se acaba y la muerte llegará más pronto, bien o mal había una compañerita de escuela que se ponía a llorar, pero tampoco eso es que ayude mucho; presumo la vida no tiene el ingrediente de acción, drama y sufrimiento que nos prometieron cuando niños, y a lo mejor unos y otras venímos y nos estrellamos con la primera pared con que nos encontramos y luego el dolor de cabeza no tiene cura ni amparo. Y si, con el dinero de mi cumpleaños número quince me compré un cojín para la cabecera de mi cama y cada vez que quiero llorar lo aprisionó contra mi cara y en el desahogo mis penas.
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