Al borde de un ataque de nervios encuentro a mi amiga Sandra, esta en un rincón y su rostro revela la huella del golpe que recibió de parte de su pareja, su cuerpo tiembla, susurra diciendo que su esposo va a volver en cualquier momento y que es mejor que me vaya, pero lo que tengo claro es que no la dejaré en ese estado, así que de debajo de la cama extraigo una maleta y comienzo a empacar ropa de ella ante su actitud desconcertada, justo es decir que el criminal siempre vuelve a la escena del crímen y que quizá aunque vuelva arrepentido si la situación lo amerita puede de nuevo encender su furia, yo sabía eso, y que la violencia solo genera más violencia por eso casi a rastras huí junto a mi amiga con la simple amenaza hacia el señor esposo que quedo en casa como un animal encerrado en una jaula "esto no acaba aquí". Ahora Sandra vive en casa de sus padres, ha tramitado una orden de restricción contra su esposo y comienza una nueva vida, me escribe muchas veces y en todos sus mensajes me agradece "haberle salvado la vida". Entre mí pienso que ojalá pudiera salvarle la vida a muchas chicas más.
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