Mi vecina Pilar se mudó al barrio hace unos días, es soltera, goza de una buena figura corporal, es alta, morena y tiene en su forma de ser un amor. En la primera semana se ganó el aprecio del barrio entero y es que madrugaba a trotar todos los días y era la sensación entre los hombres por portar una licra deportiva que dejaba muy poco a la imaginación, tal fue su fama que se aprovecho demasiado y se dió permiso para entrar por ejemplo a nuestra propia cocina, sacar jugo de la nevera y entablar una conversación amigable mientras desayúnabamos a prisa para llegar a la hora al trabajo, yo trataba de adivinar los pensamientos de mi marido al descubrirla en nuestra propia casa pavonéandose de ser una buena conversadora y de tener por lo demás unas curvas fatales, y claro como buena esposa me limité a advertir a mi marido respecto al compromiso adquirido en el altar. Así como apareció de la noche a la mañana Pilar se esfumó años después la descubro en el supermercado con semblante cansado y una vejez prematura fruto de los años de dedicación a su familia que ha ído creciendo y como no tengo otra cosa que decirle le comento sobre la supuesta "amenaza" que fue cuando estuvo en el barrio, logré hacerla sonreír y de paso olvidar quizá muchos problemas que en ese momento tenía porque luego de prometerle escribir algo sobre ella se despidió de mí con su compra en la mano que díficilmente creo podía pagar pero que causó tal sentimiento en mí que le dí alcance y prometí ayudarle.
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