Le tuve que dar la razón a un amigo cuando me dijo que la raza nuestra es pura decadencia fruto de haber repetido una y otra vez el rito e irse degenerando poco a poco. Ante la pregunta -¿Tuviste en cuenta esto al momento de tener tus hijos?- era evidente que importa más el amor y el deseo que propiamente el carisma de mejorar la raza y tanta controversia genética, pero la desazón llego ciertamente con el tiempo cuando a mi hijo mayor se le complicaba participar en el torneo de basquet por su estatura, y es que las personas estamos supeditadas a caer en el embrujo de la pasión a diestra y siniestra como diría un Médico, y en ciertos casos es necesario antes de ponerse a tener hijos consultar la compatibilidad sanguínea, el presunto riesgo de enfermedades genéticas y algo muy preocupante la predisposición genética a contraer enfermedades mortales. Y a los ojos de todos por fuera estamos sanos y somos candidatos a liberar un proceso de generación a generación en donde puede que la raza superior sea solo la que esté condenada a desaparecer lo más rápido posible.
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