Es la hora de vaciar los bolsillos y no hacer esperar a la autoridad, y la realidad es que no hay tanto dinero como se cree menos para un soborno, así que esa noche deambularé en la patrulla a la caza de proscritos, en la mañana se decidirá mi suerte, el dinero que tengo guardado en mi casa dentro de una bolsa entre el colchón y la cama me lo reservó para comprar algún libro, a veces prefiero la literatura al hambre, al mismo sueño, como aquella vez con ese libro de poemas del que tuve que desprender algunas hojas para procurarme un fuego donde además de abrigarme asar algunas salchichas, pero cada hoja que desprendía era porque ya en mi mente reposaba la poesía aprendida. Esa pobreza mía es voluntaria, abandoné el credo de pertenecer a algún grupo social, yo guerreo desde abajo. Y mientras la patrulla de la autoridad va llenando el espacio de pobres comienzo a repetir para mí los poemas que se quemaron, algún día el que se queme seré yo y mis poemas renacerán, es triste pero mi literatura solo será reconocida cuando yo no esté ni aquí ni en ningún otro lugar.
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