Por Alexis (Q.E.P.D)
A ella le compré las flores del color que le gusta, para el viaje me compro unos pasabocas geniales que se llaman achiras, abordando el bus no se de qué diablos mi chaqueta se ató y casi caigo de bruses, la chaqueta se rompió, pero pasé por alto ese detalle de todas formas la abuela es algo ciega, lo que si me preocupó es que quizá ella no me reconozca, y no alcance a devolverme y me toqué pagar hospedaje y no me alcance el dinero. El bus arranca embistiendo el paisaje que parece artificial, y va ganando la cumbre luego se desliza por el manto de piedras que ruedan acompañándonos por el sendero y luego ir a parar a un desfiladero. El sueño atormenta pero antes que todo ya detalla a lo lejos el pueblo viejo que parece atacado sin clemencia por el tiempo y la ruina de algún temblor ó algún combate futurista, el fuego que todo lo acaba. Me lanzó de la puerta una vez el bus se detuvo y comienzo a detallar los tejados y es porque la casa de la abuela tiene colgados sobre el techo los helechos más hermosos del mundo. Al fin y al cabo terminé la noche acurrucado sobre la faz de un tapete mientras el gato dormia en su canasta y mi abuela soñaba con las flores que le fueron regaladas pero no por su nieto sino por algún ermitaño amor de juventud que se le paso por alto.
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