Por: Alexis (Q.E.P.D.)
No podré olvidar nunca este refugio tan elemental donde el calor era vida, donde los árboles se mecían con la brisa y el agua cristalina de un río eyectaba luces cual espejismo, muy temprano envolvía el hilo para pescar y salía aún con la misma ropa de dormir hacía el pozo en el que los peces pululaban y era asunto de no hacerse ver y entonces el desayuno era una mojarrita tostada. El dia de mercado y de la misa la gente vestía sus atuendos de fiesta y era todo un desfile majestuoso ver a las damas de blanco y a las niñas con sus moños y sus modos, los caballeros usaban guayaberas claras y aunque en la iglesia el calor era intenso todos seguían la palabra santa luego a la salida era necesario un refresco, un helado, un descanso mientras los niños corrían al río a refrescar sus ganas de juego. Los novios paseaban, las chicharras cantaban, era total felicidad antes de que la violencia llegará y entonces nadie pudo ir al río, nadie al mercado, nadie a la iglesia, nadie podía cantar, nadie se podía enamorar.
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