Por: César Vélez
A quien alto aspira bajo debe ver.
El Carpinterito remontó la loma con rápidez llevaba al hombro el palo para la feria, más por andar de prisa a la ladera fue a dar con palo y todo rodando pensando en la feria y en los amores de las chiquillas que andarán pensando en que vestido se pondrán.
La víspera truena amenaza llover. El Carpinterito acaba de colgar el último premio y alista la grasa. El juego consiste en que quien suba al palo se resbale y no llegue hasta el premio y si llega será que corrió con suerte. Los premios son un par de medias, un sartén, una caja de cigarrillos, un cuaderno, y lo más valioso es una caja de betún.
Suenan los cohetes y la gente se anima, el anunciador indica las reglas del palo mayor y enseguida se trepan dos chicos que por efecto de la grasa bajan más rápido de lo que se impulsan y quedan manchados y arrepentidos de la oportunidad. Participa el Carpinterito para que lo vea su novia ocasional y no llega y por poco y la verdad entre la lluvía y la grasa el juego nadie va a ganar hasta que algún cómico ambulante de esos que no respetan ley saca pistola y a tiros atravieza cada premio.
Hallaron al otro día al Carpinterio sin sentido rodado en la ladera junto al palo de premios, vivía pero soñaba con la vez que el premio del palo mayor fuese un ángel parecído a una chiquilla y allí si no importaba grasa, lluvia ó caída.