Por Carlos Alvárez
Se me olvidó comentar que soy amigo de la aventura y me he lanzado hacia los parajes más inhóspitos, ya el año anterior en el Blog de mi amigo Alejandro conté mi aventura para ir hasta la selva a buscar el fabuloso Yagé, quizá más adelante también cuente sobre mis saltos en bungee jumping y paracaídismo. Pero esta vez mi lucha consistía en pasar tres días en la calle de la ciudad amparado por lo que allí había. La verdad es que procuré caminar en un sentido, al filo de la cuadra y gracias a mi vestimenta lastimera y harapienta estiraba la mano y pedía dinero. No fue hasta el medio día cuando sentí el sol sobre la espalda y los pies ardieron y hallé un rincón para contar las monedas que había recogido y ¡milagro! me alcanzaban para un pan y una gaseosa.
Mi conclusión: la gente acaudalada no es generosa, hay que buscar la sombra de un buen árbol y una silla de algún parque, hay que hacerse el loco frente a la autoridad y sobre todo procurar ser indispensable para algo, y habló de limpiar algún parabrisas, empujar un auto barado, recoger los papeles que alguna chica perdió por el viento ó simplemente recolectar la basura que le estorba a alguien.
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