Por Mildreth O.
De ese afán fantasmagórico de la vida de una niña por ser mujer y de esa actividad que se ejerce con conocimiento sin causa, la delicia del amor hecha miel y luna y luego drama ó calma, desaforada, plena rutina del mete y saca, del idilio conceptual, del gemido exacto, de la concepción al un tercio de un hilo y luego una explosión de células insensatas que hacen lo que bien les da la gana; la escuela no te enseña la diferencia entre el sexo como práctica para liberar energías y el sexo para procrear, todo se mezcla, y termina el ejercicio siendo un suplicio de aventuras, de deseos reprimidos, de sed y ganas por entender el por qué nadie pone el punto final, y si somos tantas para tantos, y si no hay comida, y hay guerra, y hay ignorancia consentida por imperios, yo de plano no existo, no sé quienes serán mis padres, no sé lo que hicieron para invocarme, ni sé que posibilidades tengo de vivir, lo que tengo claro es que yo quiero ser mujer sin la necesidad de entrega, ni adhesión, ni esclavitud, ni nada.
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