Por Sal Maestre
Sube las gradas y luego se agacha a sobarse, sus rodillas algún día van a jugarle una mala pasada, pero ¿Quién le manda a construir aquellas gradas?, ya nadie le podrá ayudar, son unos escalones altos y filosos, son angostos y resbaladizos. Piensa que es muy tarde para hacer una rampa. Se sienta en la última grada y mira al precipicio como si fuese un inmenso fortín de dudas y desconsuelos. Si aquella vez del accidente hubiese quedado en silla de ruedas la tendría peor ¿Quién le subiría? ¿Quién le bajaría?. El gato bajaría por el barandal, ¿y él?, rodando en mil quejidos aspirando que en el último escalón se suceda el último suspiro antes de subir al cielo. Luego se le ocurrió lo del ascensor a modo de péndulo hasta que las fuerzas mengüen y termine en el fondo, soñando con las aves y con volar hacia una mejor vida sin tantas alturas.
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