Por Sal Maestre
Dijo ella:
La vida no deja que el amor improvise sino en la mente pero se sabe que una mujer es de un solo hombre y ajena a los demás.
Él suspiro y dijo:
Seré yo el bienaventurado dueño de ti? o será otro bribón que tenga posibilidades distintas a ser un pobretón, poeta del desierto y dueño de acres de hierbas.
Dijo ella:
No me vengas a encadenar con tus celos, que no seré jamás propiedad de nadie, distinta al verso tuyo y el título de propiedad que en mi corazón se encierra diciendo en cada latido el nombre tuyo.
Él vuelve y suspira y dice:
Qué mérito me ocupa sino de salir muy de madrugada para volver tarde y es que hay mucho tiempo para que pienses en traicionarme.
Dijo ella:
Nada has de temer si mi corazón y el tuyo están así de conectados, y si algún día cayésemos en tentación seremos dos contra los otros dispuestos a borrar los malos recuerdos y triunfar.
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