Por. Lili Mendoza
Y no habiendo más ciego que el que no quiere ver, él subió al monte, se descalzó y escuchó atentamente pero en su mente se preguntó una y más veces por qué un dios manda a sacrificar un cordero, a pescar, ó por qué le da por incendiar una zarza ó maldecirla y lograr que no dé frutos, acaso ¿no es un ser justo?, un ser que odia a las serpientes, que quiere a las palomas y a los burros y que multiplica el sufrimiento no puede ser nuestro pastor guía. Menos mal hay unos entendidos que desde unos años andan diciendo la verdad.
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