Por: Farbel
Para algunos hombres la muerte viene siendo el premio.
Arena y sangre que se mezclan al ritmo del filo y del siniestro peso, tras las puertas en medio de las sombras oscilantes yacen los valientes que esperan, y a su muerte dirán otros que fue un sacrificio en pro de la diversión de los otros cuya casta es la más alta, cuya lucha es la más densa amparados por la moneda y la sagrada leyenda que el que tiene más explota más. Hoy los hay encerrados en viviendas aspirando el aire nauseabundo de la rutina, ó en oficinas hincados de bruses ante un jefe negrero, los hay en todas partes, por doquier, por eso ya no hay acción, por eso los hombres son padres y las mujeres madres a tan temprana edad y la lucha se abandona para combatir con pañales, con alergias, con entuertos que son pura repetición de la repetidera; y el escenario siempre festeja, y clama que vuele por los aires la misma arena, la misma sangre, nadie se da ya cuenta que desde hace mucho tiempo venímos repitiendo toda la ingrata historia.
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