Por MaLeja
María Alejandra Erazo Vega, 39 años, Estudios en Defensa y Seguridad Personal, Criminalística y Manejo de la evidencia, alterna su trabajo con la asistencia social y proyectos con fundaciones en pro de la niñez y de las mujeres víctimas de abuso. Actualmente reside en Estados Unidos.
Mi mamá abandonó el hogar por irse tras de un hombre ajeno. Mi abuela tomó su lugar. Las mujeres pecan al callar, al no poder protestar, y si es pretexto decir que la anatomía femenina esta dispuesta para imponer la palabra antes que la acción, es también necesario que tenga sus espacios para desahogar sus penas y desazones. Mi abuela quedó viuda y en seguida cayeron un mar de pretendientes, más la condición de madurez lograda por ella le dio el poder de decidirse por la soledad tranquila y meditativa. Se hizo una feminista abnegada en cuanto testifico que el amor falla alguna vez y a pesar de los que digan terapeutas y especialistas, ya no tiene arreglo.
Fue así como yo su nieta predilecta desarrolle una cultura del feminismo pero sin embargo caí en las mieles del amor y fui también su víctima.
Desde ese momento no he callado, he querido madurar, no aparentar, ser traslúcida, preferir y tomar lo que quiero, decir la verdad. No ha sido fácil y sin embargo lo he ido logrando a través de la práctica.
Gracias a mi abuela hoy puedo sentir y decir, facultad que muy pocas mujeres tienen hoy en día.
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