Por Uld Hinestroza
Un ser humano es una isla, allí se defiende de la impertinencia de los demás.
Abrí la ventana para que soplara el viento de madrugada, la ventana no era mía, la casa era ajena y el ave que se voló por la ventana era de la niña.
Me marché tan culpable como cuando vine al mundo.
Ya en la calle pensé en tirarme de un puente o hacer una caridad.
Pasé por la tienda de aves y compré el ave más parecida a la que escapo. Me encaminé a la posada y cuando iba subiendo con la jaula a las espaldas y queriendo ser la sorpresa del día para la niña me topó con las plumas del ave que había regresado. Y entonces escondo mi vergüenza a que cuando solo me halló liberó al pájaro recién comprado y tiró la jaula por la ventana.
Todo lo demás luego lo cuento pero la jaula le fue a romper la crisma a un cristiano y el ave por escapar a toda velocidad rompió un florero. Me salió caro el cuento.
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